Las aguas de las Islas Canarias son frecuentadas por miles de ballenas y delfines de alrededor una treintena de especies diferentes. Esta rica diversidad de cetáceos convierte al archipiélago canario en uno de los principales lugares del planeta para su estudio y observación.

Los rorcuales boreales son unas grandes ballenas viajeras que anualmente cruzan los océanos desde las aguas frías del ártico hasta las zonas tropicales más cálidas donde se produce el apareamiento.

El rorcual boreal posee un gran tamaño, suele ser superior a los 16 metros de longitud y su peso sobrepasa las 20 toneladas. Se trata de uno de los animales más grande del mundo. A pesar de sus dimensiones, los rorcuales boreales son unos seres muy delicados e inofensivos, se alimentan principalmente de pequeños peces, gambas, camarones y similares que capturan al tomar grandes bocanadas de agua y que filtran a través de sus barbas. Su estado de salud nos proporciona información detallada sobre el estado de nuestros mares. Así la aparición de cadáveres flotando en la costa suele estar relacionada con algunas actividades humanas como el impacto con embarcaciones rápidas, por la contaminación, la caza ilegal, etcétera.

El paso del tiempo ha hecho que el esqueleto de estos grandes cetáceos evolucionara adaptándose a la vida marina. Estos huesos rescatados de las playas, restaurados y tratados, se convierten hoy en verdaderas esculturas como la que en el paseo del Charco de la Araña en Los Silos se muestra.

Esta iniciativa se enmarcó en el proyecto “Esculturas de la naturaleza“, siendo pionera en la provincia de Santa Cruz de Tenerife y con ella se pretendió mejorar no solo la estética de este enclave sino que además contribuye a la concienciación ambiental y ofrece un recurso didáctico que, a la vez, rinde homenaje a los océanos y a los cetáceos de Canarias.